PERSISTENCIA
texto x Lucas Zambrano
Un algodón rojizo, repleto de olor a acetona, el traqueteo de la bicicleta al andar, la sonrisa en su boca, el filo del ventilador y la muchedumbre blandiente al salir del subte. Percibir es un acto de selección, fenomenológico, pero también de vinculación. Organizar, interpretar y sincronizar los estímulos pretenden un reflejo de lo otro.
En su estudio sobre los campesinos de Morelos, Resistencia, permanencia y cambio, Elsa Guzmán Gómez retoma el mito del eterno retorno de Mircea Eliade para explicar los mecanismos de reproducción social y permanencia como confrontación frente la aculturalización. “La reproducción social incluye, además de la reproducción general, el sentido de la transformación, (...) una permanencia dinámica de cambio y adecuación de la cultura con las contingencias propias y del entorno”.
Así tomamos el bondi, nos escurrimos entre los pasajeros, que también somos nosotros, nos sumergimos en una marea de eventos y sujetos que son abordados por el rebote de diferentes ondas: luz, sonido y otros emisores de energía. Todo refleja con todo, como los estímulos, metódicos e inabarcables en su totalidad pero denotados por nuestra atracción, determinados por resonancia, amplificándose al coincidir en frecuencia, anulándose por diferencias de fase.
En este sentido la percepción (visual, temporal, espacial) deriva en una persistencia memorial. Arbitraria y relativa, la percepción es distorsionada por nuestros estados de ánimo: las emociones que nos atraviesan hacen que nuestra percepción varíe, como así también la persistencia del estímulo. Un momento previo al proceso de multiplicación significante que necesita mantenerse eternizado, quieto e inmóvil.
El procedimiento de estimulación perceptual parece ir en contra del ser parmenídeo, único, indivisible, inengendrable y permanente. Declara un devenir, manifiesta una concatenación de eventos que provienen de la experiencia sensible y no de la pura lógica inmutable. Ser y pensar no son lo mismo. Ricardo Sánchez García, en La interpretación nietzscheana del pensamiento parmenídeo, explica: “Nietzsche clama contra ese craso error de deducir del concepto de ser una existencia del ser misma que necesariamente debería estar basada en una intuición, y que Parménides no aporta.
En otras palabras, desde la estricta lógica, sin apelar a la intuición, no puede proponerse nada sobre la existencia del ser, pues en todo momento se permanece en el ámbito del concepto.